En las sociedades existen brechas de
género, en algunas más marcadas que en otras. Es importante mencionar que género se refiere a las diferencias
construidas socialmente entre hombres y mujeres y sus roles en la sociedad; a
las estructuras y relaciones de poder que han ubicado a ellas en las posiciones
más desfavorables. La categoría género
abarca entonces, un conjunto de características, ideas, estereotipos, normas,
costumbres, oportunidades, expectativas y prácticas que son construidas de
manera social y, que por tanto, pueden ser modificadas.
Si bien es cierto, en Costa Rica se
han presentado cambios económicos, sociales, políticos y culturales que han contribuido
a un mayor reconocimiento de las mujeres y su trabajo (remunerado y no
remunerado) como parte esencial del desarrollo económico, los mismos no han
sido suficientes. En este sentido, analizando la historia nacional reciente y
con base en las estadísticas disponibles, se pueden destacar algunos aspectos
positivos y negativos.
Lo positivo
Se resalta el incremento en la
cantidad de mujeres que año con año se incorporan al mercado laboral. Según la
ENAHO 2013, del total de mujeres de 15 años y más, el 40% se encuentran
ocupadas y; a pesar de que esta tasa de ocupación es muy inferior a la de los
hombres (70%), el porcentaje se ha venido incrementando. Para tener una idea,
en el año 2000, la EHPM mostraba una participación femenina cercana al 30%. Esta
situación, a su vez, les ha permitido una mayor autonomía económica y, además,
ir erradicando las condiciones de subordinación de las cuales han sido objeto.
Por su parte, existe una mayor cantidad
de mujeres ocupando puestos políticos y de alta jerarquía, lo que ha significado
un avance positivo en una sociedad patriarcal y, que además ha permitido una
mayor atención sobre cuestiones de género.
En el área educativa, se muestra otro
avance importante, ya que hay más mujeres que hombres con títulos
universitarios y parauniversitarios y, donde, cada vez más mujeres incursionan
en áreas que tradicionalmente han sido masculinizadas.
En el ámbito institucional se ha
avanzado en la disponibilidad de más y mejores estadísticas con perspectiva de
género, en el mayor apoyo para las madres jefas de hogar, en el establecimiento
de redes de cuido, en la implementación de políticas y programas de apoyo a
mujeres emprendedoras, entre otras acciones.
Con respecto a la legislación, existen
muchas leyes o decretos a favor de la igualdad y equidad de género, no
obstante, resistencias y estereotipos institucionales han impedido su
implementación real.
Lo negativo.
A pesar de los muchos avances,
persisten importantes brechas socioeconómicas y laborales de género, donde la
mayor inserción laboral de ellas se sigue dando en condiciones de
discriminación y alta vulnerabilidad. Entre las brechas se mencionan:
- La tasa de participación femenina en el mercado laboral es menor que la de los hombres.
- Las mujeres ganan en promedio un 16% menos que los hombres.
- Un 55% de mujeres de 15 años y más se encuentran Fuera de la Fuerza de Trabajo y, de ellas, un 55% corresponde a mujeres que se dedican únicamente a labores domésticas.
- Las mujeres presentan mayores tasas de desempleo y subempleo que los hombres.
- El porcentaje de mujeres ocupadas que cuentan con seguro por trabajo es menor que el de los hombres.
- Según el Censo del 2011, un 37% de las mujeres de 15 años y más, se encuentran inactivas debido a que se dedica a labores del hogar, mientras que entre los hombres es de apenas el 1%; lo que pone de manifiesto que las tareas del hogar recaen sobre ellas.
- Se presenta la feminización de la pobreza, es decir, el porcentaje de mujeres pobres es mayor que el de los hombres. Además, hay una mayor cantidad de hogares con jefatura femenina en situación de pobreza y de pobreza extrema.
- Las mujeres jefas de hogar se encuentran en desventaja ya que en su mayoría son mujeres solas, que no cuentan con el apoyo de una pareja para compartir las responsabilidades de crianza, educación y labores domésticas. Mientras que los hombres jefes de hogar, en su mayoría tienen una pareja con quien compartir las responsabilidades.
- Los roles de género asignados tradicionalmente a las mujeres provocan desigualdad en la distribución de las responsabilidades familiares y domésticas, que se traduce en una doble o triple jornada para ellas, ya que además de trabajar fuera del hogar, la gran mayoría se encarga de la crianza de hijas e hijos y otros dependientes, así como de los trabajos domésticos.
- Persiste la segmentación del mercado laboral: actividades masculinizadas y actividades feminizadas. Esto ocurre también en las especializaciones (tipo de carreras que estudian ellos y ellas).

En definitiva, a pesar de que gracias
a las luchas feministas las mujeres han logrado ocupar un papel más protagónico
en la sociedad, las estructuras sociales y relaciones de poder continúan ubicando
–aunque en menor medida- a ellas en condiciones de subordinación. Es por ello
que, para poder avanzar de manera contundente hacia una sociedad más equitativa
e igualitaria, en cuanto a género se refiere, resulta fundamental romper con las
bases androcéntricas y patriarcales de la economía, vencer los estereotipos, cambiar
la visión sesgada del rol de la mujer en la sociedad y, visibilizar y reconocer
el trabajo doméstico no remunerado y del cuido
–realizado mayoritariamente por mujeres- como eje fundamental para el
desarrollo del sistema económico y de la reproducción de la vida.
M.Sc. Roxana
Morales Ramos
Coordinadora,
Observatorio de
la Coyuntura Económica y Social
Escuela de
Economía, UNA
05 de agosto del 2014