sábado, 1 de noviembre de 2014

Actividad agrícola y Seguridad Alimentaria



Al mes de junio, el Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE) del sector agropecuario tuvo una variación interanual de la “serie tendencia ciclo” de 6.78%, 2.6 puntos porcentuales por encima del IMAE general (4.15%). En lo que va del año ha mantenido una tasa de crecimiento bastante positiva, no obstante, al desagregar los datos, se obtiene que gran parte de ese dinamismo ha estado explicado por los “productos exportables” (melón, banano, piña, flores y follajes) que creen en cerca del 10% y “granos básicos” (maíz, frijol y arroz), que venía creciendo a tasas superiores al 10% pero que en los últimos meses ha presentado una importante desaceleración, alcanzando en junio un crecimiento cercano al 4%.

Si se desagrega aún más la información, se observa que los cuatro productos exportables mencionados representan el 70% del total de exportaciones agrícolas del país y, que en el último año, las de piña (producto de mayor valor de las exportaciones agrícolas en lo que va del 2014) y melón han sido las más dinámicas, creciendo por encima del 15%. Es decir, el crecimiento del sector agropecuario, ha estado bastante concentrado, y otros de los productos agrícolas de exportación de mayor peso dentro de las exportaciones agrícolas totales, más bien han perdido dinamismo, como por ejemplo café oro que muestra un decrecimiento de 6.5%, banano -0.8%, plantas ornamentales -5%, follajes -7% y ñame -12.2%.

En cuanto al empleo, el resultado ha sido positivo, ya que según la Encuesta Continua de Empleo, en el último año se crearon 17.620 nuevos puestos en el sector agropecuario, la mayoría asalariados, solo unos 2.000 independientes. Este sector alberga a cerca del 10% de los trabajadores del país, convirtiéndose en uno de los más importantes generadores de empleo.

Como vemos, la actividad agropecuaria se ha dinamizado, así como el empleo que genera; sin embargo, la concentración de la producción en pocos productos y pocos productores no permitirá una mejor distribución del ingreso ni una mejora en la calidad de vida de la población. Así mismo, la sustitución de la producción de alimentos básicos por productos importados, hace que el país dependa cada vez más del exterior y sea más vulnerable a los vaivenes internacionales. Es por ello que se requiere de una política de Seguridad Alimentaria, que fomente la actividad agropecuaria tradicional y a las micros, pequeñas y medianas empresas (mipymes); de tal manera que contribuya con la generación de empleo y con la reducción de los índices de pobreza y desigualdad que tanto afectan a las zonas rurales de Costa Rica.

Roxana Morales Ramos
Economista
Coordinadora, Observatorio de la Coyuntura Económica y Social
Escuela de Economía, UNA.

Empoderamiento vs. asistencialismo

El asistencialismo es entendido como una actitud política orientada a resolver problemas sociales a partir de la asistencia externa sin generar soluciones estructurales; además podría concebirse como el opuesto de empoderamiento. 


Mientras este último se relaciona con dar poder y capacidad de transformación a los sujetos con respecto a su entorno, el asistencialismo se limita a abastecer las necesidades básicas sin ejercer un mayor cambio sobre la realidad, lo que llega a generar cierta dependencia entre las “ayudas” y los “asistidos”. En otras palabras, no se da la caña de pescar ni se enseña a pescar, simplemente se regala el pescado, como se dice popularmente.

Hay quienes tienden a creer que la política social es sinónimo de asistencialismo y consideran, además, que es “obligación” del Estado satisfacer sus necesidades básicas, incluso permanentemente. 

En este sentido, vemos cómo muchas veces se otorgan subsidios a grupos desprotegidos o vulnerables y estos no hacen ningún esfuerzo por cambiar su condición, o desaprovechan las oportunidades de cambio que se les brinda. 

Vemos que muchos trabajadores no ahorran durante su periodo productivo atenidos a que el Estado les brinde asistencia en la edad adulta -aunque hay quienes definitivamente las condiciones no se lo permiten-.

Vemos que el Estado busca crear empoderamiento, brindando becas o asistencias económicas para estudiar (aunque no siempre a quien más lo necesita), pero no son aprovechadas (la educación es considerada un factor importante de movilidad social). Muchos de los becados -en escuelas, colegios y universidades- no se esfuerzan por obtener buenos resultados en sus estudios y llegan, incluso, a abandonarlos en poco tiempo. Posteriormente se les ve exigiendo al Gobierno que atienda sus necesidades.

La política social y la mentalidad de los ticos requieren de una transformación. El Estado debe atender a los grupos necesitados creando empoderamiento (con una gestión eficaz de los recursos y con evaluación de resultados) y no dependencia. Por su parte, no debemos esperar o exigir que el Estado nos atienda nuestras necesidades, debemos luchar por nuestro futuro, siendo autosuficientes, es decir, empoderándonos.

Roxana Morales Ramos
Coordinadora,
Observatorio de la Coyuntura Económica y Social, UNA.


https://www.larepublica.net/app/cms/www/index.php?pk_articulo=533322183

martes, 5 de agosto de 2014

BRECHAS DE GÉNERO PERSISTEN

En las sociedades existen brechas de género, en algunas más marcadas que en otras. Es importante mencionar que género se refiere a las diferencias construidas socialmente entre hombres y mujeres y sus roles en la sociedad; a las estructuras y relaciones de poder que han ubicado a ellas en las posiciones más desfavorables. La categoría género abarca entonces, un conjunto de características, ideas, estereotipos, normas, costumbres, oportunidades, expectativas y prácticas que son construidas de manera social y, que por tanto, pueden ser modificadas.

Si bien es cierto, en Costa Rica se han presentado cambios económicos, sociales, políticos y culturales que han contribuido a un mayor reconocimiento de las mujeres y su trabajo (remunerado y no remunerado) como parte esencial del desarrollo económico, los mismos no han sido suficientes. En este sentido, analizando la historia nacional reciente y con base en las estadísticas disponibles, se pueden destacar algunos aspectos positivos y negativos.

Lo positivo

Se resalta el incremento en la cantidad de mujeres que año con año se incorporan al mercado laboral. Según la ENAHO 2013, del total de mujeres de 15 años y más, el 40% se encuentran ocupadas y; a pesar de que esta tasa de ocupación es muy inferior a la de los hombres (70%), el porcentaje se ha venido incrementando. Para tener una idea, en el año 2000, la EHPM mostraba una participación femenina cercana al 30%. Esta situación, a su vez, les ha permitido una mayor autonomía económica y, además, ir erradicando las condiciones de subordinación de las cuales han sido objeto.

Por su parte, existe una mayor cantidad de mujeres ocupando puestos políticos y de alta jerarquía, lo que ha significado un avance positivo en una sociedad patriarcal y, que además ha permitido una mayor atención sobre cuestiones de género.

En el área educativa, se muestra otro avance importante, ya que hay más mujeres que hombres con títulos universitarios y parauniversitarios y, donde, cada vez más mujeres incursionan en áreas que tradicionalmente han sido masculinizadas.

En el ámbito institucional se ha avanzado en la disponibilidad de más y mejores estadísticas con perspectiva de género, en el mayor apoyo para las madres jefas de hogar, en el establecimiento de redes de cuido, en la implementación de políticas y programas de apoyo a mujeres emprendedoras, entre otras acciones.

Con respecto a la legislación, existen muchas leyes o decretos a favor de la igualdad y equidad de género, no obstante, resistencias y estereotipos institucionales han impedido su implementación real.

Lo negativo.

A pesar de los muchos avances, persisten importantes brechas socioeconómicas y laborales de género, donde la mayor inserción laboral de ellas se sigue dando en condiciones de discriminación y alta vulnerabilidad. Entre las brechas se mencionan:
  1. La tasa de participación femenina en el mercado laboral es menor que la de los hombres.
  2. Las mujeres ganan en promedio un 16% menos que los hombres.
  3. Un 55% de mujeres de 15 años y más se encuentran Fuera de la Fuerza de Trabajo y, de ellas, un 55% corresponde a mujeres que se dedican únicamente a labores domésticas.
  4. Las mujeres presentan mayores tasas de desempleo y subempleo que los hombres.
  5. El porcentaje de mujeres ocupadas que cuentan con seguro por trabajo es menor que el de los hombres.
  6. Según el Censo del 2011, un 37% de las mujeres de 15 años y más, se encuentran inactivas debido a que se dedica a labores del hogar, mientras que entre los hombres es de apenas el 1%; lo que pone de manifiesto que las tareas del hogar recaen sobre ellas.
  7. Se presenta la feminización de la pobreza, es decir, el porcentaje de mujeres pobres es mayor que el de los hombres. Además, hay una mayor cantidad de hogares con jefatura femenina en situación de pobreza y de pobreza extrema.
  8. Las mujeres jefas de hogar se encuentran en desventaja ya que en su mayoría son mujeres solas, que no cuentan con el apoyo de una pareja para compartir las responsabilidades de crianza, educación y labores domésticas. Mientras que los hombres jefes de hogar, en su mayoría tienen una pareja con quien compartir las responsabilidades.
  9. Los roles de género asignados tradicionalmente a las mujeres provocan desigualdad en la distribución de las responsabilidades familiares y domésticas, que se traduce en una doble o triple jornada para ellas, ya que además de trabajar fuera del hogar, la gran mayoría se encarga de la crianza de hijas e hijos y otros dependientes, así como de los trabajos domésticos.
  10. Persiste la segmentación del mercado laboral: actividades masculinizadas y actividades feminizadas. Esto ocurre también en las especializaciones (tipo de carreras que estudian ellos y ellas).
En definitiva, a pesar de que gracias a las luchas feministas las mujeres han logrado ocupar un papel más protagónico en la sociedad, las estructuras sociales y relaciones de poder continúan ubicando –aunque en menor medida- a ellas en condiciones de subordinación. Es por ello que, para poder avanzar de manera contundente hacia una sociedad más equitativa e igualitaria, en cuanto a género se refiere, resulta fundamental romper con las bases androcéntricas y patriarcales de la economía, vencer los estereotipos, cambiar la visión sesgada del rol de la mujer en la sociedad y, visibilizar y reconocer el trabajo doméstico no remunerado y del cuido –realizado mayoritariamente por mujeres- como eje fundamental para el desarrollo del sistema económico y de la reproducción de la vida.

M.Sc. Roxana Morales Ramos
Coordinadora,
Observatorio de la Coyuntura Económica y Social
Escuela de Economía, UNA

05 de agosto del 2014